Raros

Paseo por la zona del paseo de Sant Joan, a la altura casi del Arco del Triunfo. Es la zona en la que me hubiera gustado crecer de niño, es el barrio que hubiera soñado; de aquí seguro que salen buenos DM (Dungeon Master, directores de partidas de rol, para los neófitos), me imagino que esto es La Masía del rol, tienen todo a su alcance.

 

Me meto en mi librería preferida, es una librería underground. Cruzar la puerta de la entrada significa entrar a un mundo totalmente diferente; tras la última reforma la puerta es más amplia y transparente, lo que le quita algo de ese halo de misterio que tenía antes pero bueno, todo sea por la modernidad.

 

Pasas los primeros escaparates normalmente dedicados a temas específicos, sagas, juegos de mesa y llegas a la librería en sí, se abren pasillos con muchos libros, de primera y de segunda mano. En uno de los pasillos, hay una pareja que me llama la atención, es una pareja de ancianos. A él se le ve más mayor, más agotado, se sienta en una escalera disponible para llegar a los estantes superiores. A la mujer se la ve más activa, hablando con la dependienta de los piercings en la nariz, la del pelo azul. La pareja se siente fuera de lugar, pero la dependienta les acoge como al más bizarro jugador de rol. La escena me encanta.

 

Están en mi paso hacia la máquina del tiempo, tengo que hacerme hueco entre ellos, pido perdón.

 

— Es para mi nieto, pero no sabemos nada de todo esto — dice la mujer.
— No se preocupe, hablemos de su nieto — le responde la dependienta.

 

El hombre, un metro atrás, alza la voz:
— Enséñale la foto.
— Ah sí, hemos hecho esta foto a la estanteria que tiene en casa, cuando viene se pone a leer y no para. Es un poco raro.
— Déjeme ver — sonrie  — Uuh ... Lovecraft. Felicite a su nieto, tiene muy buen gusto, es de los nuestros.
— Sí, es muy buen chico.

 

Les dejo en su conversación.  Me voy satisfecho con el valor de la pareja de entrar hasta el mundo de los raros, con la amabilidad de la dependienta y con el gusto de saber que otro más que ha caído en la telaraña del maestro de Providence ... de la que nunca saldrá.

 

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