De vientos y tranquilidades

Salvo días contados al año, las librerías son islas de paz y tranquilidad en la gran ciudad. Además en verano son muy agradecidas gracias al aire acondicionado. Pero cuando crees que estás tranquilo, aparecen dos adolescentes a la carrera.

Van directas a la sección de novela romántica. ¡Ay, el amor!. Ah no, van a la sección juvenil, ¿ya les han dado el libro de lectura del curso que viene?. Y ahora cambian a la sección de autoayuda, Jorge Bucay al rescate. Se mueven de sección en sección sin orden ni concierto; pasan la mano por muchas cubiertas de libros, leyendo uno de cada tres posiblemente.

— ¡Tía! ¡Se me ha olvidado el título otra vez!
— La sombra del viento
— ¿La sombra o el nombre del viento?
— ¿No es el mismo?
— Da igual, tiene que estar en fantasía, vamos.

Puestos a elegir, prefiriría que buscaran La sombra del viento, principalmente por las referencias la extinta librería Canuda sita en la calle del mismo nombre, a pocos metros de la librería del centro comercial cuyo nombre prefiero no quiero acordarme ahora; por otro lado Rothfuss, autor de El nombre del viento, es de bastante más lejos, de Wisconsin. Vamos a facilitarles la tarea, me digo a mi mismo.

Me acerco al estante por donde han pasado tres veces ya, saco cuatro ejemplares de La sombra del viento y los coloco de frente, que se vea bien la portada. A la cuarta pasada llega la vencida, lo ven, lo cogen y se marchan a la caja felices y contentas.

De nuevo el silencio,
de nuevo la tranquilidad,
de nuevo...la librería.
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